Carlos Cuartas, mejor conocido como el 'Mago' del ajedrez

Fueron famosas las partidas de Cuartas en Bogotá y Medellín contra Miguel Cuéllar Gacharná.
Foto: Archivo/EL TIEMPO
El10 de julio falleció el maestro, quien llegó a ser entrenador del equipo de ajedrez suizo.
El tablero de ajedrez está a media asta. El Maestro Internacional Carlos Cuartas (1940-2011), a mi juicio el mejor ajedrecista que ha tenido Colombia, acaba de enrocar largo. Murió, lo cremaron. Exequias discretas, en silencio, a tono con la forma de practicar el juego. Está sentado a la diestra de Caissa madre, diosa del ajedrez.
Su magra figura no se inclinará más sobre los 64 escaques. Las 32 piezas no tendrán un maestro que las manipule con cierta displicencia y "un poco muy mucho" de arte.
Sus compinches de profesión y bohemia ajedrecística habían departido etílicamente con él días antes del jaque mate definitivo en Itagüí, Antioquia, capital mundial de la pereza. Lo encontraron relativamente bien.
Estaba flaco, como "el sesgo alfil" del soneto de Borges, pero nada más. Ser flaco era su "color de identidad", para decirlo con letra que cantaba otro que también salió del tablero para siempre, Facundo Cabral.
Sus amigos y colegas le decían el 'Mago', porque veía el gusano -la jugada- donde otros no veían la res. Era una autoridad sobre todo en la extraña complejidad de los finales en que escasean las piezas, y los espacios y las posibilidades abundan.
"En escaques fue ducho y en las damas un hacha", digámoslo citando un verso de un trebejista de mínimos quilates, el maestro León de Greiff, profesor de ajedrez de García Márquez en El Automático bogotano.
El panida De Greiff le dejó todo el protagonismo ajedrecístico a su hijo Boris. De la cuerda de Cuartas por décadas, en su libro 'Mil y una partidas' (Panamericana), Boris le adjudicó el premio a la partida más bella a la disputada en un match contra Miguel Cuéllar Gacharná. Año de 1969.
Cuéllar protestó porque el respetable público aplaudió un prosaico sacrificio de torre. No había tal: detrás de ese caballo de Troya envenenado vendría el triunfo que provocó histeria en la galería.
Cuartas fue mi maestro cuando me las daba de estudiante de Periodismo en la Universidad de Antioquia. Cierta oposición, que no se atreve a decir su nombre, asegura que nos asemejábamos. En lo físico, no en la forma de asumir el ajedrez, "esa ciencia que parece un juego", para decirlo con el playboy cubano José Raúl Capablanca, ex campeón mundial.
Fueron famosas las partidas de Cuartas en Bogotá y Medellín contra el otro gran clásico del ajedrez en Colombia, el mencionado Cuéllar. (No olvidemos a otro "inmortal", el maestro Luis A. Sánchez).
La confrontación Cuéllar-Cuartas fue la versión criolla del pleito que sostendrían en 1972 Reykjavik (Islandia) Bobby Fischer, ya fallecido, y el soviético Boris Spassky, quien de pronto nos visita en Macondo.
Guardo como mi joya de la corona ajedrecística la partida que Spassky me ganó en 28 movimientos. Aunque suelo callar que ese día enfrentó en unas simultáneas a otros 30 tableros, lo que equivale a hacer el amor, al mismo tiempo, con varias damas. En cambio, Cuartas hizo tablas jugando mano a mano con don Boris, quien se separó de su primera mujer alegando que "éramos alfiles de distinto color".
Si Fischer, el excéntrico judío de Brooklin, les arrebató a los soviéticos la hegemonía mundial del ajedrez, Cuartas despojó a la meseta cundiboyacense de idéntico monopolio. Todos contribuyeron a popularizar el juego. Y a sacarlo de la bohemia vergonzante que lo caracterizaba entonces.
Sobre todo a partir de Fischer, quien exigió tratamiento privilegiado para los de su cofradía. Los ajedrecistas dejaron de ser esos eternos bohemios, románticos mal vestiditos que vivían con el almuerzo embolatado y jugaban por una golosina.
El 'Mago' Cuartas fue campeón colombiano en siete ocasiones, la primera de ellas en 1965, en Belencito, Boyacá, en las instalaciones de Paz del Río. Brilló en múltiples olimpiadas mundiales y en otras competencias internacionales. Algo insólito: fue entrenador del equipo de ajedrez de Suiza.
En sus inicios, la leyenda, o sus biógrafos, o ambos, lo ponen a jugar ajedrez en la tribuna de la feria ganadera de Medellín, con su amigo Tirso Castrillón. Jugaban con un ajedrez marca 'Tres Estrellas', cuyas frágiles piezas rellenaban de cemento y tapaban con restos de tela de cucos. Así, las piezas pesaban más y no se las llevaba ese intruso llamado viento.
Fumador empedernido de Pielroja, cegatón más bien, de gruesas gafas, se salía pronto del libro, un recurso para notificar que proponía la lucha desde el vamos. Se tenía prohibida la monotonía cuando se sentaba a manteles blancos y negros. "Me da tristeza quien no ve belleza en el ajedrez", habría podido decir con Fischer.
Cuando no jugaba, enseñaba. Compartía lo que sabía, una forma de conquistar la inmortalidad, en palabras del Dalai Lama.
Como Fischer o Capablanca, no estaba hecho para el ajedrez fácil. De tablas, pocón. No, señores, se gastaba su ELO -el ego de los ajedrecistas medido en puntos- complicando las cosas. Había arte, misterio, tensión, asombro, imaginación en su forma de interpretar el juego que vino a lomo de cobra desde la India.
En las situaciones difíciles sacaba de su sombrero de prestidigitador insólitas variantes. Era de temer cuando iba en desventaja. En cualquier momento podía saltar la liebre de la variante ganadora. Se enriqueció espiritual y deportivamente con el ajedrez. El ajedrez se enriqueció con él. Están en paz. Descanse en paz, 'Mago'.
El ajedrez, esperanto de la imaginación
El ajedrez, como el mar, solo nos muestra el agua de encima. En el juego de los trebejos, la procesión de belleza y discrepancia va por dentro.
Para muchos, el ajedrez se convierte en esa mujer fatal que nos acompaña en los sueños y en los insomnios. Durmiendo soñamos con la jugada que pudo haber sido y no fue. Sí, muchas partidas las ganamos durmiendo. Perdemos otras.
El ajedrez es el indiscutido esperanto de la imaginación. Sirve para demostrar la existencia de Dios. Y de la belleza.
"¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?", se pregunta Borges en uno de sus sonetos sobre el juego que nos iguala por lo alto a miles en este tablero llamado mundo.
La vida, el ajedrez y la música son siameses.Todos tienen entrada, medio juego y final. Lo mismo ocurre con las noticias, en la vieja estructura de la pirámide.
Una partida es una exigente carrera de 100 metros -o una maratón- en la que los músculos apenas se mueven dentro del tablero, esa pasarela donde se pavonean 32 piezas.
Se equivocan quienes sospechan que es un juego monótono, aburrido, lento, simple como beso de boba.
Los 'trebejistas', uno de los alias de quienes practican esta religión del silencio, tienen mucho de cirujanos plásticos: plebeyos peones reencarnarán en encopetadas damas cuando coronen la tierra prometida del antagonista. Proletarios peones podrán comer reina en algún azar de la confrontación.
Ahora los grandes campeones ponen condiciones antes de sentarse al tablero. Cobran sumas astronómicas. Son tan importantes como Messi, Ronaldo, Madonna, Federer, Tiger Woods, Clinton, Nadal.
O conspiran contra los gobiernos, como en el caso de el ex campeón Kasparov, empeñado en cambios en el ajedrez político ruso. Algo que no logró en las últimas elecciones.
"Cometo errores, luego existo", comentó filosóficamente Tartakower.
Y el excéntrico hombre de teatro español, Fernando Arrabal: "El ajedrez no es como la vida. Es la vida. Justo como en el teatro".
Dime cómo juegas y te diré de qué vas a morir. En la forma de mover las piezas se te sale el católico, el ateo o el testigo de Jehová que te habita.
Más que una charla con el psiquiatra en la comodidad horizontal del sofá, o con el confesor en la intimidad vertical del confesionario, es en una partida de ajedrez donde el cliente queda retratado de cuerpo entero. Y se ahorra la cuenta.
Cada partida es como una autobiografía no escrita. Alguien dijo que si no hubiera perros, no valdría la pena vivir.
Diría lo mismo del ajedrez. Enroco sobre mí mismo y desaparezco.

ÓSCAR DOMÍNGUEZ G.
Encuentra este artículo en EL TIEMPO.COM
http://www.eltiempo.com/gente/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-9923644.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

UNA DESPEDIDA A DAVID BETANCUR

MARTHA LILIANA GARCÍA CAMPEONA DEL C-1